Nueva edición de esta fiesta homenaje al fundador de la ciudad de Badajoz, Ibn Marwan. En esta ocasión retiraron algunas de las barras (antes exteriores al evento) de bebidas y comidas, quedando las permitidas dentro de la propia zona de celebración de la fiesta y del mercado «medieval», lo cual me pareció una gran idea, pues así se potencia realmente el carácter árabe del fin de semana, evitando ruidos molestos a los vecinos y potenciando el consumo de los típicos productos musulmanes.
Como normalmente se acaba comprando algo (en realidad, bastantes cosas), no quise pertrecharme con la cámara reflex y aproveché la baja calidad de un smartphone para intentar alguna toma que describiese lo que se vende y el ambiente que se respira, animando a todos aquellos que viven cerca de la ciudad a que visiten la alcazaba de Badajoz y parte de su casco antiguo durante esas fechas…merece la pena.
Como siempre, por pereza o por no querer soportar una cola inaguantable y acabar enfadado con aquellas personas que guardan muchos lugares a otras que no acuden hasta el inicio de la obra, nos volvimos a perder la obra teatral que se representa en los Jardines de la Galera.
Nunca me han gustado las grandes aglomeraciones de gente, no me gusta considerarme como «masa». Este principio es también aplicable a los festivales de música, a pesar de haber asistido a algunos de ellos. La razón es bien simple: me gusta ver el grupo que toca, verlo realmente, no sólo escuchar su música en una lejanía inadmisible respecto al escenario. Por lo tanto, siempre preferiré pequeños festivales o conciertos en salas cerradas, donde el contacto con el grupo es real o bien existe un espacio suficiente para bailar y saltar y tienes «a tiro de piedra» al grupo del cual has ido a disfrutar. Éste es el caso del festival del que voy a hablar aquí: el Vagos Open Air Festival que se celebró el pasado mes de Agosto en la localidad de Corroios, al sur de Lisboa, en nuestro vecino país de Portugal.
Tras haber disfrutado plenamente de los eternos BAD RELIGION en un pequeño pueblo extremeño, Quintana de la Serena, conocido como el pueblo del granito, en un festival muy pequeñito, quise rematar el verano viendo de nuevo a los que se han convertido en un grupo de referencia para mí en los últimos tiempos: KREATOR. Así que compré entradas para el festival mencionado en el párrafo anterior, donde también se suponía iban a tocar otro de mis grandes, ANTHRAX (los cuales, por «cuestiones logísticas», se cayeron del cartel y que, por lo tanto, han caído en desgracia para mí). De paso, y ya que no estoy en edades para tiendas de campaña, reservé en un modesto hotel en Costa da Caparica, a unos 5 kilómetros de Corroios, para disfrutar de las frescas aguas del Atlántico. No obstante, la zona de acampada reservada para el festival estaba muy bien situada y era tranquila, preparada para el descanso realmente. El festival y la zona de acampada se encontraban en un parque público de Corroios y, a pesar de las críticas de una señora que, al verme pasar vestido con la típica camiseta negra, me comentó, en tono irónico, supongo, que «á música faze ás pazes», no era excesivo el volumen de los conciertos a partir de medianoche (los conciertos terminaban a eso de las dos de la madrugada).
Eso sí, una pequeña apreciación es que, no obstante del clima atlántico de Portugal, el comenzar los conciertos a las cinco de la tarde provocó que se sufriera un poco por el calor, sobre todo los grupos de música, más de uno nórdico.
Respecto al cartel, los grupos de los que disfruté fueron: Mantar (dos tipos en el escenario dando una caña brutal), Katatonia (los pobres pasaron un calor tremendo, vestidos de negro), Anathema (me parecieron muy blandos para lo que se «cocía» en el festival) y Opeth (me sorprendieron muy gratamente, tocando una especie de ópera rock con momentos de arrebato muy tralleros); éstos el primer día. Para el segundo día: Schammasch (que iban vestidos con una especie de mantas y las caras pintadas…de hecho el cantante llevaba incluso una capucha, con lo que me dio por pensar que verdaderamente se encontraban en el infierno, al menos, por el calor que tuvieron que pasar), Abbath (muy, pero que muy brutos; geniales), Paradise Lost (que, como anticipo de lo que había ido a ver, no me disgustaron) y, por último, los magníficos Kreator (que, de las dos veces que les he visto, creo que esta fue cuando metieron más caña).
La experiencia, todo un éxito. Días de playa, buena y barata comida portuguesa, y tarde-noches de música heavy en directo, culminando con la soberbia actuación de los de Mille Petrozza, que me dejaron exhausto, sudoroso, pero al mismo tiempo flotando a veinte centímetros sobre el suelo, contento, feliz, transcendiendo el mundo del día a día y con el corazón aún más heavy que antes. Se intentará repetir el próximo verano. ¡Ah!, y encima, con la entrada, me regalaron una camiseta del evento.
Aunque antes, quizás, si todo va bien, vuelva a verles en Madrid, en La Riviera, el 24 de Febrero de 2017.
Una vista nocturna del puente de Palmas, con la torre de la catedral en el extremo izquierdo de la panorámica. Mirando las aguas del río, éstas han quedado ligeramente difuminadas por el efecto de un largo tiempo de exposición (entre uno y dos minutos).
Tenemos aquí un detalle de las dos torres centrales del puente de Palmas. Al fondo, situada entre ellas, se ve la torre de espantaperros iluminada.
Otra imagen del puente. Elegí esta fotografía para esta publicación por el color de las nubes (posteriormente desembocaron en una tormenta veraniega) y su reflejo en las aguas del río Guadiana.
Hay un punto en concreto dentro del parque de la margen derecha desde el cual puede tomarse la fotografía anterior. De hecho, tal punto tiene una plancha de cemento que parece que han puesto a propósito para colocar el trípode. En un momento específico del atardecer, aparece la sombra del puente real en el edificio de una cierta entidad bancaria, como puede verse perfectamente en la anterior instantánea (no tan instantánea, pues hay que subir los tiempos de exposición en la tarde-noche). Con un poco de suerte y paciencia (no ha sido el caso en esta ocasión) aparecen reflejados los colores del ocaso en las cristaleras del «rascacielos», ofreciendo una estampa muy bonita de esta parte del río.
Por último, una imagen del puente real con su iluminación nocturna característica. No hay excusa para la pereza, pero ya había recogido el trípode cuando, después de un paseo, quise tomar esta fotografía. Así que hice algo que, personalmente, no me gusta: subir la ISO a 6400 y disparar a mano alzada. La foto no está demasiado movida y, más o menos, es aceptable, pero puede comprobarse como inevitablemente ha aparecido el granilleo típico de usar una sensibilidad elevada.
En cualquier caso, aquí está expuesta la idea para alguna composición interesante de la ciudad de Badajoz. Si alguien se anima y quiere hacerlo mejor, «ahí está el corte».
Todas las anteriores instantáneas han sido tomadas durante el atardecer desde el parque de la margen derecha del río.
«Quien no ha visto en la carretera el alba, entre dos hileras de árboles, fresca y viva, no sabe qué es la esperanza».
Esta vista pertenece a una sección del parque de la margen derecha del Guadiana en Badajoz. Está tomada desde el puente de Palmas, en dirección al puente «universitario». Al fondo a la derecha puede apreciarse el puente real, donde termina el parque.
El puente de Palmas, o puente viejo. Cruzando en dirección al fondo de la fotografía, se llega a Puerta Palmas, situada en la margen izquierda del río. En esta margen hay una gran cantidad de aves acuáticas, de las que hablé en una anterior publicación.
Esta puerta cruza por debajo del cabecero del anterior puente en su margen derecha y alberga las dependencias donde se pagaban los impuestos por pasar el puente con mercancías. Posteriormente, en la puerta de Palmas se pagaba de nuevo para poder entrar en la ciudad.
Aquí, a través del arco del puente puede verse el edificio del Museo Arqueológico Provincial, que se encuentra dentro del complejo de la alcazaba de Badajoz.
Por último, esta última postal, que no se si debiera publicar, ya que la idea para su composición me la dio un amigo, también aficionado a la fotografía. Se ven las dos torres situadas en mitad del puente viejo y, en medio de ellas, al fondo, la torre de espantaperros. A la izquierda, un trozo de la muralla que delimita el recinto de la alcazaba.
«Quien se siente en el fondo de un pozo para contemplar el cielo lo verá pequeño».
El fin de semana del 25 al 27 de Septiembre ha vuelto a celebrarse una nueva edición del Almossassa, fiesta que conmemora la fundación de la ciudad por parte del caudillo Ibn-Marwan. En la zona de la plaza alta se colocan puestos al estilo de un mercadillo, pero con artículos artesanales y con una decoración «a lo árabe».
Pueden encontrarse un par de puestos donde tomar un té moruno con hierbabuena y unas pastas y dulces artesanales de estilo árabe, que no empachan y están muy ricos. En otro puesto se pueden adquirir dulces hechos de dátiles, nueces, miel…
Incluso hay un puesto donde te «echan las cartas». Obviamente, no seré yo una de las personas que acuda a que le lean el futuro; algo evidente para un científico.
También, en la zona conocida como «el campillo», pueden tomarse unas cervezas, unas copas y unos pinchos, panceta, etc…al estilo de una feria normal.
«La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre, pero el oro jamás calma la avaricia».
Hará unos seis o siete años que acudí con un amigo a unos conciertos de fado que ofrecían de forma gratuita en el patio del Museo de Bellas Artes de Badajoz y me pareció una actividad digna de repetir. Por diversas razones (la principal es que han estado remodelando tal patio) no he tenido la oportunidad de escuchar conciertos allí…hasta este verano, que he decidido ir los cuatro jueves que se ha celebrado el XIII ciclo de conciertos: Jazz en el museo 2015.
Para ello he tenido que levantarme temprano y dar un paseo con la bicicleta, pues ha habido que recoger las entradas en las oficinas del museo en horario de 9 a 14 horas de lunes a jueves (aunque sobran tres días, pues los tickets se han estado agotando en las primeras horas del lunes). En cualquier caso, nada más saludable que madrugar un poco y darle un rato al pedaleo.
No comentaré demasiado en cuanto a la actuación de los diversos artistas ya que tampoco es que yo sea un verdadero aficionado al jazz y, desde luego, no tengo mucha idea:
Iván Melon Lewis y su banda tocaron, quizá, un jazz conceptual, que intenta crear nuevo estilo. Me hizo gracia (en el buen sentido) que un cubano comentara el calor sofocante que hacía en la ciudad de Badajoz.
Diane Whiterspoon, muy melódica, con un acompañamiento muy acertado, cantó temas de blues, de swing… Gustó mucho y, por ello, compré su disco «The very thought of you» que, según me indicaron, de los tres CD’s que tenían a la venta, era el que más se parecía a lo que había tocado esa noche.
Babacar Dieng & Los Diengoz hicieron un show de mestizaje de ritmos y estilos, muy interesante y atractivo, con un espectáculo que hubiera pedido, sin duda alguna, un escenario mucho más grande (a pesar de la magia que da celebrar los conciertos en el patio del MUBA).
The Gospel Times: Hubo de celebrarse en las instalaciones del Teatro López de Ayala de la capital pacense debido al alto grado de interés que estaban suscitando los conciertos, con lo cual se pasó de un aforo de 300 a 750 personas. A pesar de ello, y tras guardar cola durante cuarenta minutos, me quedé sin entradas para este evento.
La organización de los conciertos ha sido muy eficiente, siendo cuidadosos con la colocación del aforo máximo de 300 personas, si bien es posible que no sea demasiado acertado dar cuatro entradas por persona en la cola (podría reducirse a dos), pues personalmente pienso que hay gente que recoge las cuatro entradas y algunas se quedan sin utilizar (el hecho es que también se forman colas a la hora de completar el aforo al inicio del espectáculo). De todas formas, esperemos que estas actividades veraniegas se desarrollen por muchos más años, ya que son una gran oferta cultural para la ciudad de Badajoz.
Esta pasada semana santa (conocida como easter en el mundo anglosajón), por fin nos decidimos a tirar rumbo al sur en lugar de visitar de nuevo tierras asturianas o gallegas. Pernoctar en Cádiz nos resultaba algo caro y además dificultoso, pues es complicado aparcar el coche por allí, así que nos decidimos a buscar en las cercanías una pensión o un hotel asequible. Encontramos el Hotel Guadalquivir (una vieja gloria reformada, parecida al Hotel Lisboa de Badajoz) en la localidad de Sanlúcar de Barrameda. Desde el octavo piso donde nos dieron habitación se veía de frente parte del parque natural de Doñana, con lo que las vistas y los atardeceres estaban asegurados.
Sanlúcar en concreto no tiene demasiado que ver, aunque es el único sitio en España donde se hace el «manzanilla», una verdadera delicia de vino, sobre todo si ésta es «en rama», que tiene más cuerpo y aroma. Así, hay muchas bodegas dedicadas a este menester que también ofrecen visitas guiadas por sus instalaciones, más o menos económicas (he de decir que no hice ninguna, aunque me vine cargado de botellas de manzanilla, moscatel y Pedro Ximénez; éste último tomado como sobremesa es verdaderamente exquisito). Los alrededores de Sanlúcar también son muy interesantes: la zona de Bonanza y más allá, la Algaida con su pinar y su ermita son dignos de visita. En sentido contrario, se pueden ir recorriendo playas hasta llegar a Chipiona, localidad de nacimiento de Isabel Pantoja.
La «tacita de plata» (Cádiz) es visitable en un sólo día, eso sí, de forma apresurada. Tras entrar por las puertas de tierra, puede recorrerse todo su contorno en unas horas para, posteriormente, adentrarse y perderse por su callejas, tomar algunas cervezas y comer de tapeo. Casi de forma obligada, hay que visitar el parque genovés. En semana santa se complica más el asunto, pues las procesiones suelen provocar muchos cortes de calles, pero no se le pueden pedir peras al olmo. Tampoco subimos a la torre Tavira, pues nos pareció algo caro pagar 6 € por subir. Puede disfrutarse de una magnífica puesta de sol desde la playa de la Caleta o desde el paseo Fernando Quiñones, que conduce al castillo de San Sebastián.
Durante los cuatro días que pasamos por la zona, uno se va adaptando a la muy característica filosofía de vida de los gaditanos: tranquilidad en el vivir, no darle demasiadas vueltas a los problemas (todo esto es lo que a mí me pareció, por supuesto, y puedo estar muy equivocado), disfrutar de los pequeños placeres de la vida, como es estar tomando «manzanilla» a todas horas, etcétera.
Hay un pequeño restaurante entre Sanlúcar y Chipiona, llamado «Bar Bachicha» (quien quiera visitarlo habrá de buscarlo), donde nos atendieron estupendamente y donde probamos unas deliciosas acedías. Aunque tampoco desmerecieron los chipirones ni los boquerones. Como he mencionado anteriormente, el dueño nos invitó, para sobremesa, a un chupito de Pedro Ximénez que supo a gloria.
No sé cuál de las bodegas de Sanlúcar es más apropiada para comprar «manzanilla», pero como este señor nos recomendó «La Gitana», allí fuimos. En cierto modo, también era lo más cómodo, pues sus bodegas están justo frente al Hotel Guadalquivir donde pernoctábamos.
Aquí en Badajoz tenemos un pequeño rinconcito de Cádiz en el barrio de San Fernando, donde puede disfrutarse del «TapaTeo» (incluido un «aperiti-vito»). El bar-cervecería Cádiz ofrece tapas muy abundantes y a un precio bastante económico, servidas con todo el salero del que regenta el local, un gaditano de pura cepa. No quepa duda que, si se visita Badajoz, es uno de los lugares que recomiendo para comer o cenar. Mis favoritas: salmorejo con jamón, pollo al ajillo-limón, surtidito de ibéricos, calamar relleno de york-queso, chipirones plancha, solomillo al roquefort, lagrimitas de pollo, brocheta de rape y ensalada de pollo con mostaza-miel. Aunque se echan de menos las tortillitas de camarones y las papas aliñás.
Una muy pequeñísima muestra de lo que se puede encontrar una mañana de domingo en el rastro de Madrid…
Éste ocupa una extensión de varias calles muy cercanas a la calle Toledo, prácticamente en pleno barrio de La Latina.
Es muy recomendable levantarse temprano, desayunar unos churros en algún bar de la zona y perderse, sin prisa alguna, ojeando los muchos puestos (eso sí, echando un buen ojo también a las pertenencias personales).
Posteriormente, se pueden tomar unas cañas o beberse una lata de cerveza Mahou 5 Estrellas, para, a continuación, comer cualquier cosa por los muchos negocios de la calle: bocata, ración, plato de comida casera y caliente, o bien, se puede comer en buenos restaurantes (aunque ya no tan baratos), por las calles que llegan a la plaza de España.
(No olvidar llevar un buen mapa de la ciudad cuando se visita Madrid).