No dar más de comer a la serpiente

<<¿Usted sabe sobre economía? Hablo del gran capitalismo global de antes de la guerra. ¿Entiende cómo funcionaba? Yo no, y cualquiera que le diga que sí entiende, le está hablando mierda. No hay reglas, no hay absolutos científicos. Uno gana o pierde, como lanzando unos dados. La única regla que entendí alguna vez, la aprendí de un profesor de historia en Wharton, no de uno de economía. «El miedo,» decía, «el miedo es el producto más valioso de todo el universo.» Eso me cambió la vida. «Sólo enciende la televisión,» decía él. «¿Qué ves? ¿Gente vendiéndote productos? No. Esa gente está vendiéndote el miedo de tener que vivir sin sus productos.» El maldito loco tenía razón. Miedo de envejecer, miedo a estar solo, miedo a la pobreza, miedo a fracasar. El miedo es la emoción más simple que tenemos. El miedo es primitivo. El miedo vende. Ese era mi lema: «El miedo vende.»

Cuando escuché por primera vez de la epidemia, cuando todavía la llamaban Rabia Africana, vi la mayor oportunidad de toda mi vida. Nunca voy a olvidar ese reportaje, la infección en Ciudad del Cabo, sólo diez minutos de reportaje real, y más de una hora de especulaciones sobre lo que pasaría si el virus llegaba a Norteamérica. Dios bendiga a las noticias. Estaba marcando un número telefónico apenas treinta segundos después.

Me reuní con algunas de mis personas de confianza. Todos habían visto el reportaje. Yo fui el primero al que se le ocurrió una idea rentable: una vacuna, una vacuna contra la rabia. Gracias a Dios que la rabia no tiene cura. Con una cura, la gente la compraría sólo cuando creyesen que estaban infectados. ¡Pero una vacuna! ¡Eso es prevención! ¡La gente se la seguiría aplicando mientras existiese el miedo de que algo seguía todavía allá afuera!>> Extracto de «Guerra Mundial Z: Una historia oral de la guerra zombi», de Max Brooks.

No hay medios de comunicación, hay MIEDOS DE CONFUSIÓN, para tener constantemente al rebaño en vilo, en alerta, en estado de guerra continua. Aunque de esto ya nos avisó Orwell en «1984».

Por no acatar el gregarismo, voy a ser estigmatizado. Por firmar lo que no he querido, me he traicionado. El conocimiento y la razón traen impotencia, y ésta acarrea sufrimiento. El sufrimiento es paralelo al miedo y con el miedo venden cualquier cosa.

Mentira tras mentira, coartada tras coartada, truco sucio tras truco sucio, nos van haciendo tragar con toda la basura y negocio que quieren hacernos tragar. Aunque de esto ya nos avisó Klein con su «Doctrina del Shock».

La pregunta vital en la derrota: ¿Quiénes somos los borregos? ¿Quiénes son los perros guardianes? ¿Quiénes son los lobos? ¿Y quiénes son los «pastores»?

Indignados/Felices (la gran utopía); 2011

indfrentePartiendo de un somero análisis de la situación social mundial en 2011, Antonio Romero Grano de Oro nos sumerge en un futuro próximo crítico que desemboca en un futuro ideal a medio plazo para el conjunto de la humanidad. La historia se narra intercalando momentos reales actuales, situaciones críticas medianamente plausibles y un futuro idílico para el hombre, quizá basado en lo que se propone en los documentales de «Zeitgeist», ya nombrados en el presente blog.

El libro es la narración de un cambio utópico de la humanidad, simplemente eso, como reza el título, una «gran utopía». Una crítica realista del libro incluiría avances en la Física y viajes interestelares poco creíbles, un sesgo occidentalizado, una temporalización de los cambios históricos muy rápida y demasiada fe en la inteligencia humana, porque, aunque se trate de un relato utópico, éste parte de la sociedad actual, que más bien vive cada día más idiotizada por la televisión (véase Idiocracia) y por el uso real de internet (que, en lugar de liberarnos de ella, nos está abocando como especie hacia una incultura abrumadora).indtrasera

No obstante, el libro se deja leer, es entretenido y provoca, al menos, un deseo de cambio personal a mejor en la espera de que cambiemos a mejor como colectividad. A pesar de ello, durante toda su lectura, se me ha venido a la cabeza una palabra: ingenuidad.

Desde un punto de vista filosófico, se tratan temas transcendentales como, en mi opinión, es el asunto del destino de la humanidad a través de viajes interestelares de colonización y expansión de la vida por nuestro universo conocido. También, en otro orden, aparece la dicotomía relativa a la igualdad de derecho entre los seres humanos y la desigualdad injusta que, de hecho, existe en nuestras sociedades. Pero quizá sea en el ámbito político donde esta obra ofrece unos pensamientos, sino profundos, al menos, revolucionarios.

Sin querer contar mucho más ni de argumento ni de temática, comentaría que las descripciones del «planeta» me han parecido demasiado «terrestres», si bien el relato de la guerra me ha resultado apasionante.

El Decálogo:

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«Aunque hayamos reconocido la cara de la realidad, los seres humanos tenemos el derecho y la obligación de seguir soñando, pues soñar es una manera de avanzar hacia algo mejor para todos«.

En cualquier caso, es un libro corto, ameno y fácil de leer. Eso sí, se nota que el autor es de Badajoz.

«Todos somos aficionados: en nuestra corta vida no tenemos tiempo para otra cosa».

Charles Chaplin