Fotografía tomada mediante dos golpes de flash utilizando el modo manual con tiempo de exposición en «bulb».
Galicia
La trashumancia de los serranos
En mi pueblo se les decía «serranos» a aquellos hombres que venían de las serranías del norte de España, a través de la vía de la plata, con sus ganados para que éstos pudieran llevar mejor el invierno que es más benigno en tierras extremeñas. En sentido opuesto, cuando llegaba el verano y los pastos escaseaban en esta dura tierra de Extremadura, estos hombres volvían a sus lugares de origen en busca de hierba fresca con la que alimentar a sus rebaños.Por mi apellido Álvaro se que debo provenir de tierras astur-leonesas. Mi nombre, Antolín, patrón de Palencia (y que en griego significa florido y hermoso) también proviene de aquellas tierras. Según me han contado mis familiares, a mis bisabuelos les gustó este nombre y se lo pusieron a mi abuelo y de ahí pasó a mí, a mi primo hermano y hace poco al hijo de éste. Quizá sean estos los motivos por los cuales siento predilección por pasar alguna semana del verano en Asturias y esa tierra hermana que es Galicia.
No obstante, este verano me di el viaje para acudir a una cita que no podía dejar escapar: ver al señor Dave Mustaine y su cambiante acompañamiento en la genial banda de música MEGADETH, los cuales tocaban en el festival Resurrection Fest que se celebra desde hace algunos años en la localidad gallega de Viveiro. Como Mustaine, soy más bien de la vieja escuela y no me gustan demasiado los grupos cuyo(s) vocalista(s) gritan más que cantar y, de hecho, me pregunto todavía qué hacía Megadeth en este festival, pero así estaban las cosas y si quería ver al grupo tenía que tragarme algunos de estos «hardcore» que no me hacen demasiada ilusión, aunque también dan diversión y nunca hay que cerrar los oídos a casi cualquier música. Como Viveiro triplica su población durante la celebración del festival, buscamos una pensión en la localidad aledaña de Xove, donde pasamos un par de noches muy, muy tranquilas. El concierto se me hizo cortísimo, pero no se puede esperar otra cosa en un festival de tal magnitud (que además debo añadir estaba magníficamente organizado). El set list de Megadeth fue el siguiente:
1. Hangar 18
2. Wake Up Dead
3. In My Darkest Hour
4. Skin O’ My Teeth
5. Sweating Bullets
6. Tornado Of Souls
7. Public Enemy No. 1
8. She-Wolf
9. Trust
10. A Tout Le Monde
11. Kingmaker
12. Symphony Of Destruction
13. Peace Sells…But Who’s Buying
14. Holy Wars…The Punishment Due
Al día siguiente tomamos rumbo a lo que, tras pasar cuatro noches en él, he dado en llamar el «monstruo» turístico que representa la localidad asturiana de Cudillero. Antes pasamos por una maravilla natural que está en grave riesgo por la virulencia del turismo humano, que es la playa de las catedrales (todavía en la provincia de Lugo). Tras visitar este paraje con sumo respeto, nos dimos el homenaje de comer zamburiñas, navajas y lacón en un pequeño restaurante de un pueblecito que cae al lado de estas playas llamado Rinlo.
Cudillero puede verse en unas horas. No tiene más, aunque los alrededores dan para unos días. Para comer en Cudillero, quizá la mejor opción sea el restaurante «El Remo» que, al menos, tiene camarer@s que te escancian la sidrina. Para salidas nocturnas y tomar unas copas, subiendo la calle principal puede encontrarse el pub «Noctiluca», cuyo camarero fue realmente amable conmigo. En cualquier caso, si son urbanitas habrán de visitar las ciudades cercanas de Oviedo (donde es muy recomendable visitar el museo arqueológico) y Gijón (es muy placentero un paseo vespertino por el puerto, las playas y cimadevilla).
En Oviedo, subiendo al alto del Naranco hay un restaurante donde nos comimos un Cachopo-Cachopo que, como bien nos avisó la camarera, daba para comer en abundancia a dos personas. Visitar ambas ciudades en un día, aunque apresurado, es posible.
A poca distancia de Cudillero se encuentra la playa del silencio que es digna de ser visitada. Un aviso: vayan preparados porque es de acceso dificultoso y, una vez allí, es para pasar unas cuantas horas. Lleven de comer, sombrillas, etcétera…aunque si olvidan la comida están de suerte porque hay un pequeño negocio antes de comenzar la bajada que por un precio no muy elevado les sirven hamburguesas, bocadillos y bebidas en la propia playa (pueden hacerse los encargos por teléfono). Para terminar, hay que visitar el faro de Vidio, desde donde se puede contemplar una preciosa puesta de sol.
Galicia calidade
Si deciden visitar Galicia durante cuatro o cinco días, lo primero es tener la suerte de que todos los días te salgan soleados (sobre todo en el mes de abril). Otra cuestión a tener en cuenta es que, si quieren ir a Sanxenxo, o tienen barco o, al menos, tienen chaleco para poder exhibirse por el paseo marítimo. Lo que quiero venir a significar es que, si son viajeros más que turistas, no llegarán a Sanxenxo y se quedarán paseando por el pequeño pueblecito de Combarro (no confundir con Cambados), se tomarán alguna cerveza en las tasquitas que se encuentran por la calle más turística y tomarán el primer contacto con la agradable hospitalidad galega. Posteriormente, no podrán decir que no y comprarán alguna botella del rico y casero licor café, etcétera.
Como para pasar la noche hay un hostal de mala muerte reservado (no incluiré el nombre en esta publicación) en la ciudad de Pontevedra, vayan al centro en busca de algún sitio donde cenar, no les importe demasiado el lugar. Es seguro que serán atendidos muy amablemente. Pontevedra es una ciudad pequeña, pero bien merece un paseo matutino por sus calles centrales y escondidas plazas e iglesias. Incluso podrán encontrar una casa donde vivió Valle Inclán.
Galicia transpira superstición, magia y religiosidad en sus ciudades, en sus símbolos, casi en sus paisajes. Santiago de Compostela se convierte de manera natural en el ombligo, el centro gravitatorio del viaje, pues es necesario patear sus atestadas calles, entrar en su catedral y buscar un pequeño restaurante llamado «Trafalgar» en un rincón del centro, donde les pondrán de aperitivo unos mejillones picantes de delicia (sobre todo para los mexicanos allí presentes). Podrán comer un pulpo a feira magnífico, unos berberechos de diez y un lacón con pimentón estupendo. No dejen de pasar la siesta en un antiguo cementerio reformado en parque de detrás de cierta iglesia para finalizar la visita tumbándose relajadamente en el césped de detrás de la estatua en homenaje a Rosalía de Castro.
Llegarán a Arteixo, declarado como centro de operaciones para las tres próximas noches. Con un poco de suerte habrán reservado estancia en el Hotel Balneario por 30 €/noche, lugar con un encanto especial e idóneo para dormir plácidamente. Pero antes, si deciden darse un homenaje, pueden cenar en el restaurante parrillada «O Anduriña», donde dignas carnes de ternera, buey o cerdo esperan a ser degustadas. También, pueden disfrutar de una cena más ligera, pero acompañadas de inmejorables vinos ribeiro u albariño, en concreto, el «D. Pedro de Soutomaior, neve» en la vinoteca «O Refuxio», de cuyo dueño traigo gratos recuerdos de buenas conversaciones.
Así, por fin bien descansados, podrán hacer ruta para ver Ferrol, de la cual nada apreciable se puede mencionar, excepto que es cierto que su casco antiguo está bastante deteriorado, aunque no más que el de muchas ciudades.
Perdiendo poco tiempo, alcanzarán A Coruña. Parece, al principio, que va a ser difícil aparcar cerca de la parte antigua de la ciudad, lo cual finalmente no resulta cierto. Aunque siempre se ha de ser paciente en estos menesteres del estacionamiento seguro y gratuito. Pararán a tomar una «Estrella Galicia» en el «Bar La Farola» y, conjurando a los astros, les atenderá una simpática camarera y les explicará todo lo que hay que saber para visitar la ciudad en una tarde. Así pues, lo único que queda es bajar a la plaza de María Pita y recoger un mapa en la oficina de turismo para moverse con garantías.
Mirando en dirección a la fachada del ayuntamiento, a su izquierda, podrán encontrar varias calles con restaurantes donde engullir pecaminosamente una mariscada fresca (tendrán difícil la elección). Nosotros comimos en el «Mesón El Gallego».
Debe ser saludable hacer la digestión realizando la subida a la Torre de Hércules, pero antes, por cuestión de horarios, pueden visitar la Casa del Hombre, el Acuario, o bien, la modesta, aunque muy interesante y entretenida, Casa de la Ciencia.
El último día de estancia en tierras galegas podrían dedicarlo a ver los alrededores de Arteixo, recorriendo las playas de la Hucha, Valcovo, las Combouzas, comiendo en un restaurante en la playa de Barrañán, disfrutando en ella de meter los pies en el agua y jugar con la arena, y tomando algunas fotografías nocturnas en la playa de Repibelo.
Después, a dormir, que la siguiente jornada constará de nueve horas de regreso a casa.