Difuminado
Galicia calidade
Si deciden visitar Galicia durante cuatro o cinco días, lo primero es tener la suerte de que todos los días te salgan soleados (sobre todo en el mes de abril). Otra cuestión a tener en cuenta es que, si quieren ir a Sanxenxo, o tienen barco o, al menos, tienen chaleco para poder exhibirse por el paseo marítimo. Lo que quiero venir a significar es que, si son viajeros más que turistas, no llegarán a Sanxenxo y se quedarán paseando por el pequeño pueblecito de Combarro (no confundir con Cambados), se tomarán alguna cerveza en las tasquitas que se encuentran por la calle más turística y tomarán el primer contacto con la agradable hospitalidad galega. Posteriormente, no podrán decir que no y comprarán alguna botella del rico y casero licor café, etcétera.
Como para pasar la noche hay un hostal de mala muerte reservado (no incluiré el nombre en esta publicación) en la ciudad de Pontevedra, vayan al centro en busca de algún sitio donde cenar, no les importe demasiado el lugar. Es seguro que serán atendidos muy amablemente. Pontevedra es una ciudad pequeña, pero bien merece un paseo matutino por sus calles centrales y escondidas plazas e iglesias. Incluso podrán encontrar una casa donde vivió Valle Inclán.
Galicia transpira superstición, magia y religiosidad en sus ciudades, en sus símbolos, casi en sus paisajes. Santiago de Compostela se convierte de manera natural en el ombligo, el centro gravitatorio del viaje, pues es necesario patear sus atestadas calles, entrar en su catedral y buscar un pequeño restaurante llamado «Trafalgar» en un rincón del centro, donde les pondrán de aperitivo unos mejillones picantes de delicia (sobre todo para los mexicanos allí presentes). Podrán comer un pulpo a feira magnífico, unos berberechos de diez y un lacón con pimentón estupendo. No dejen de pasar la siesta en un antiguo cementerio reformado en parque de detrás de cierta iglesia para finalizar la visita tumbándose relajadamente en el césped de detrás de la estatua en homenaje a Rosalía de Castro.
Llegarán a Arteixo, declarado como centro de operaciones para las tres próximas noches. Con un poco de suerte habrán reservado estancia en el Hotel Balneario por 30 €/noche, lugar con un encanto especial e idóneo para dormir plácidamente. Pero antes, si deciden darse un homenaje, pueden cenar en el restaurante parrillada «O Anduriña», donde dignas carnes de ternera, buey o cerdo esperan a ser degustadas. También, pueden disfrutar de una cena más ligera, pero acompañadas de inmejorables vinos ribeiro u albariño, en concreto, el «D. Pedro de Soutomaior, neve» en la vinoteca «O Refuxio», de cuyo dueño traigo gratos recuerdos de buenas conversaciones.
Así, por fin bien descansados, podrán hacer ruta para ver Ferrol, de la cual nada apreciable se puede mencionar, excepto que es cierto que su casco antiguo está bastante deteriorado, aunque no más que el de muchas ciudades.
Perdiendo poco tiempo, alcanzarán A Coruña. Parece, al principio, que va a ser difícil aparcar cerca de la parte antigua de la ciudad, lo cual finalmente no resulta cierto. Aunque siempre se ha de ser paciente en estos menesteres del estacionamiento seguro y gratuito. Pararán a tomar una «Estrella Galicia» en el «Bar La Farola» y, conjurando a los astros, les atenderá una simpática camarera y les explicará todo lo que hay que saber para visitar la ciudad en una tarde. Así pues, lo único que queda es bajar a la plaza de María Pita y recoger un mapa en la oficina de turismo para moverse con garantías.
Mirando en dirección a la fachada del ayuntamiento, a su izquierda, podrán encontrar varias calles con restaurantes donde engullir pecaminosamente una mariscada fresca (tendrán difícil la elección). Nosotros comimos en el «Mesón El Gallego».
Debe ser saludable hacer la digestión realizando la subida a la Torre de Hércules, pero antes, por cuestión de horarios, pueden visitar la Casa del Hombre, el Acuario, o bien, la modesta, aunque muy interesante y entretenida, Casa de la Ciencia.
El último día de estancia en tierras galegas podrían dedicarlo a ver los alrededores de Arteixo, recorriendo las playas de la Hucha, Valcovo, las Combouzas, comiendo en un restaurante en la playa de Barrañán, disfrutando en ella de meter los pies en el agua y jugar con la arena, y tomando algunas fotografías nocturnas en la playa de Repibelo.
Después, a dormir, que la siguiente jornada constará de nueve horas de regreso a casa.