SONNÖV

SonnovMe ha dado por escuchar discos compactos (en este mundo digital cada vez tienen menos sentido, aunque a pesar de ello, sigo siendo un amante de los discos de vinilo) comprados en conciertos, y me he encontrado con este disco de los Sonnov. El grupo hace una música bastante «extraña», pero muy atractiva; te va sumergiendo en un universo sonoro de guitarras y percusión que hace que la mente divague y se pierda por paisajes, sentimientos y pensamientos.

Durante el concierto al cual asistí en The Rincón Pío Sound (Don Benito) expusieron en una pantalla tras el escenario, como si de un cine se tratara, imágenes que hacían recapacitar sobre la naturaleza humana, lo que hizo que este grupo pasara a formar parte de  ese elenco de recuerdos difusos que aparecen y desaparecen como el Guadiana.

Rebuscando por la web, he encontrado vídeos de conciertos suyos en la misma sala con fechas de 2011, 2012, 2013 y 2014…así que me intentaré mantener informado por si vuelven a finales del presente 2015 (decir que no recuerdo bien el año que les vi, pero debía ser 2011). También me compré una camiseta con los motivos dibujados en la portada del CD, que me gusta y me inspira.

En cualquier caso, aquí dejo un enlace que lleva al concierto que dieron el año pasado a principios de septiembre en la mencionada sala:

Por cierto, mis felicitaciones para toda la gente que mueve el tema de los conciertos en «The Rincón Pío Sound», ya que, aunque no sean buenos tiempos para la lírica, siguen ofreciendo una oferta cultural y de ocio muy interesante.

Metal will never die!

La siesta educativa de los padres

Ha llegado a la pantalla de mi ordenador el siguiente artículo del periodista Carles Capdevila:

Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa. Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.

Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga. Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba. Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años . Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera. Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema. Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos. Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana). Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’. La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso. Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos? Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawai están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados. Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad. ¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía?

Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.

Gracias por el apoyo.

El planeta libre (La belle verte)

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Estupenda cinta dirigida por Coline Serreau, fue estrenada sin pena ni gloria en 1996. Gracias al boca a boca y a la difusión por las redes sociales ha llegado a convertirse en un filme filosófico, que analiza en profundidad la sociedad que creamos y vivimos día a día.

La película ofrece diversos aspectos de nuestra alienada sociedad, sus distorsiones, sus contradicciones, los caminos sin salida en los que a veces transitamos, y muchas conductas aberrantes que dentro de las pautas de la civilización solemos juzgar como normales. De igual manera el film nos ofrece un muestrario de todas aquellas cosas asombrosas que pueden pasar en nuestras vidas si logramos conectar con otras realidades y otros niveles de conciencia.

«En un lejano plan­eta, dis­curre el año 6000. Sus habi­tantes son seres muy avan­za­dos, que viven aprox­i­mada­mente unos 250 años, han pre­scindido de los obje­tos mate­ri­ales y se comu­ni­can telepáticamente.

Han alcan­zado el grado máx­imo de civ­i­lización gra­cias a una vida sen­cilla y ecológ­ica. Esa vida feliz a la que está acos­tum­brada choca con el caos de un París estre­sante, lleno de rui­dos y con­t­a­m­i­nación, con una comida hor­ri­ble, y donde una cosa prim­i­tiva lla­mada dinero todavía está en uso».

Pueden verla en el siguiente enlace:

Una película para pensar.

Terrazas de cultivo sobre el riachuelo de la localidad extremeña de "El Gasco"

Terrazas de cultivo sobre el riachuelo de la localidad extremeña de «El Gasco»

Krakow, Auschwitz-Birkenau y las Minas de Sal.

En un anterior viaje por toda Europa durante un mes, a veces hubo que tomar decisiones en mitad del camino y decidimos dejar uno de los destinos programados para otra ocasión. Esto es lo que nos pasó con la ciudad polaca de Cracovia. Para ir, tomamos un avión en Málaga, de la que puede verse una panorámica al anochecer:

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Ciudad que me pareció algo triste…OLYMPUS DIGITAL CAMERA

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…y destinada a estar ligada a su relación con el «cercano» (a unos 80 km) campo de concentración de Auschwitz (Osweicim) que, por supuesto, visitamos. No obstante, tal visita dio la impresión de ser un circuito demasiado turístico, casi sin tener en cuenta las atrocidades que allí se cometieron.

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Para finalizar, no duden en realizar uno de los trayectos programados en cualquier agencia de viajes dentro de Cracovia: la visita a las minas de sal, las cuales fueron visitadas por Tolkien justo antes de escribir su inmortal libro El Señor de los Anillos.

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Entrada a las minas de sal.