Esclavos del dinero, del trabajo, del comercio. Enganchados al sexo, a la comodidad, a la cocaína, a la cocina. Sirviendo a la rutina, a los tópicos, al gobierno, al espíritu de la información universal. Compra envoltorios, compra porros, compra cerveza, compra estilo, ruido, discos de la banda o de reincidentes en nada y para nada. Compra castigo, gloria, definición y soltura. Vive sueños dorados, realidades generalizadas. Vívelo todo, no vivas nada. Sé feliz, sé auténtico, no cambies, no te repitas. Véndete, sé útil, no seas narcisista, anula tu personalidad. Odia E.T.A., piensa en ti, ten compasión, lucha, sufre, fuma, bebe, come, folla. Deslízate entre ambos (…), busca tu extremismo. Usa tus extremidades, coherencia. Imagina, crea, produce, anúnciate con extravagantemente inútiles ropas de vivos e intensos colores, o con el gris, mezcla ponderada de blancos y negros. Todo o nada o lo otro. Infinito, tres cuartos o cero. Escucha, platica, defeca en áureos retromanantiales; lee verborrea, diarrea, babea senos turgentes, necesita vaginas ingentes. Punto.
Y aparte:
¿Qué teoría o modelo subyacente implica la verdad, purista desbocada? ¿Qué norma de conducta, heurística de la vida? Ninguna. Nada que escuchar con caracolas atascadas de cera, nada que ver tras gruesos cristales deformantes y convergentes, nada que decir para evitar lo inevitable, para cambiar lo etéreo, para alcanzar lo imposible, para detener, o acelerar la utopía del tiempo.
En mi casa tengo una torre de Babel en una caja de Pandora, una bicicleta, un juego, lechugas y biotripis. Conéctate a Internet. Desaparece.
Ahora puede apagar su equipo.
Antolo Mágico
…nunca.