Leyenda de la Serrana de la Vera

Cerca de Garganta la Olla, tomando la carretera vecinal que une esta localidad con el monasterio de Yuste, hay una estatua con una inscripción debajo que cuenta:

ROMANCE DE LA SERRANA DE LA VERA

En Garganta la Olla, / siete leguas de Plasencia, / habitaba una serrana / alta, rubia y sandunguera.

Con vara y media de pecho, / cuarta y media de muñeca, / con una treza de pelo / que a los zancajos la llega.

A uso de cazadora / gasta falta a media pierna, / en la cintura correa / y en el hombro la ballesta.

Cuando tiene gana de agua / se baja pa la ribera, / cuando tiene gana de hombre se sube a las altas peñas.

Pasa uno, pasan dos, / no ha pasado el que ella quiera.

Ha pasado un serranillo / con una carga de leña / y le agarró de la mano / para llevarle a su cueva.

No le lleva por caminos, / ni tampoco por vereas, / le lleva por altos montes / por donde nadie le vea.

Ya llegaron a la cueva, / le mandó cerrar la puerta, / y el serrano, muy astuto, / la quedó un poco entreabierta.

Al entrar en su escondrijo, / vio un montón de calaveras / de hombres que había matado / aquella terrible fiera.

¡Tú alégrate serranillo, / buena noche nos espera! / De conejos y perdices / le guisó una rica cena.

Bebe, serranillo, bebe / aquí de esta calavera, / que puede ser que algún día / otros de la tuya beban.

Dime, serranillo, dime. / ¿Sabes tocar la vihuela? / Sí señora, sí lo sé / y el rabel si lo tuviera.

Tú tocarás el rabel; / y yo tocaré la vihuela. / Pensó dormir al serrano, / y el serrano la durmió a ella.

Apenas la vio dormida / salió corriendo hacia fuera; / pero pronto despertó / aquella maldita fiera.

Mucho rato va corriendo / sin atrás volver la cabeza / pero cuando la volvió / como si no la volviera.

Vio de venir a la serrana / saltando de piedra en piedra, / con una honda en la mano / bramando como una fiera.

Puso una piedra en la honda / que pesaba arroba y media / y con la fuerza que lleva / le ha quitado la montera.

Vuelve, serranillo, vuelve, / vuelve atrás por la montera, / que es de paño rico y fino / y no es de razón que se pierda.

Si es de paño rico y fino, / así se estila en mi tierra; / mis padres me compran otra, / y si no me estoy sin ella.

Por Dios te pido, serrano, / que no descubras mi cueva; / que si acaso la descubres, / puede ser que en ella mueras.

Tu padre será el caballo, / tu madre será la yegua / y tú serás el potrillo / que relinche por la sierra.